Se aprueba hoy, último día del curso escolar, la Ley de Educación catalana, sin consenso siquiera dentro del Tripartito, por supuesto, sin pedir opinión a la comunidad educativa, siendo quizá la ley más importante a la hora de conformar y preparar al país para salir de la crisis, para encarrilar su futuro. Es un ejemplo de como funcionan las cosas por aquí. Puro arbitrismo. Como el que a mí y a mis compañeros de L'Illa dels Banyols, del Prat de Llobregat, nos ha tocado vivir este año. Han erradicado del edificio la ESO y el Bachillerato con el fin de convertirlo en un centro modélico de la nueva formación profesional, deslumbradas las autoridades por una palabra que hace unos años hirió sus pupilas: aviónica. El cambio lo querían ya. El centro permanecerá medio vacío durante años, antes de cederlo a alguna empresa privada, pero los alumnos y profesores de las enseñanzas básicas, tan poco mediáticos, con tan poco glamour, irán a hacinarse a otro instituto, un viejo edificio de primaria reconvertido, con aulas pequeñas e incapaz de recibir en buenas condiciones a los nuevos inquilinos. Las autoridades no están para hacerle la vida fácil a los ciudadanos, esa es la lección.
Es duro abandonar después de tantos años. Los recuerdos son tantos que es difícil espigar y destacar aquel que se convierta en símbolo. Ha sido un año triste, donde ha habido hieles pero no mieles: el choque con el pétreo rostro de la administración, los reproches entre compañeros, el recelo hacia la gente del nuevo instituto. Nunca he visto despedida tan amarga, sin ningún acto de conmemoración, sin nada que al recordar nos permita un gesto de orgullo.
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1 comentario:
Em fa pena llegir aquestes ratlles, Toni. Heu passat molts anys junts i aquest present és injust. Et desitjo un millor futur.
Una abraçada!
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