lunes, 26 de octubre de 2009

Los padres son insustituibles

Hay malos hábitos que la nueva y necesaria ley de educación no podrá desterrar, así como hay buenos hábitos que no podrá crear. Hago un examen en Primero de la ESO, muy sencillo, preparado en clase, prácticamente saben qué es lo que hay que contestar, del tipo, sitúa los continentes y los océanos en su lugar sobre el mapa. Es muy poco lo que tienen que repasar en casa, pero lo tienen que hacer, un elemental ejercicio de memoria. Pues bien, en un examen que está hecho para que todo el mundo apruebe y muchos con nota, hay varios que no aciertan a contestar y alguno que lo deja en blanco. El examen era como un trampolín para empujar a la clase hacia arriba, para exigirla un poco más. El problema es que si un tercio no sigue en lo elemental lastra al resto de la clase. Los más brillantes, que tienen hambre de aprender más, no van a poder ser estimulados como debieran. Y los chicos con esos graves problemas de atención, tampoco, porque en clases de 25 alumnos es casi imposible prestar una atención individualizada. En esos chicos lo que falta es el calor de los padres. Los padres deben estar ahí, cada tarde, encima del hombro, sin agobiarlos. A veces con una leve caricia basta. Deber decir a sus hijos que hay un momento para el ocio, otro para la compañía familiar y otro para el estudio. Lo que me pregunto es si todos los padres lo saben, si todos los padres son conscientes de su responsabilidad.
Hay cosas que la ley y sólo la ley puede hacer, así como cosas que sólo están en manos de los profesores cambiar y mejorar, pero los padres tienen un papel insustituible, básico, inicial, preescolar, sin el cual los pequeños, especialmente si tienen dificultades -de concentración, de relación con los demás, de autodisciplina-, no podrán salir adelante.

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