lunes, 11 de enero de 2010
¡Viva la diferencia!
¿Tiene sentido esta disgregación, esta fragmentación en horarios diferentes, en jornadas lectivas separadas, en inicios y finales de curso, en vacaciones fijadas al libre arbitrio, por no hablar de curricula diferenciadas, de profesores salarialmente infravalorados, profesionalmente discriminados con respecto a otros que hacen el mismo trabajo pero que viven en autonomías diferentes? ¿Qué se gana con todo ello, qué se obtiene a cambio de tal fragmentación, cuánto se pierde? ¿Hay razón para que tal cosa suceda? ¿Por qué la diferencia a toda costa es preferible a una organización común? ¿Por qué la afirmación tribal, con el canto de sucesos históricos nimios, de accidentes geográficos insignificantes pero propios es preferible a una visión menos localista y más universal? ¿Por qué nos hemos dejado atrapar, colonizar, infectar, contaminar por ideas tan pobres, tan deprimentes, por formas de organización tan torpes, tan arbitrarias, cómo hemos permitido que el gobierno de las cosas haya caído en manos de toda esta gente, no necesariamente los mejores, por gente que ha transmutado su interés particular en bien de la generalidad?
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