viernes, 4 de febrero de 2011

Albricias

Una chica de bachillerato, Miriam, del instituto, escribe libros de vampiros y hombres lobo. Una editorial de Madrid le acaba de publicar uno. Se comenta en los pasillos y en las clases. La pofesora de literatura con muy buen criterio ha encargado unos cuantos para la biblioteca y para comentarlos en clase. Los alumnos se hacen eco -también algunos profesores- de si el libro publicado se parece a otros que ya han leído, como si en la literatura de género pudiese haber grandes novedades. Siempre resulta difícil que un igual -o un inferior- pueda prosperar, cuando debieran estar orgullosos del triunfo de un compañero o de un alumno. ¡Albricias por Miriam!

Un compañero -para mi muy reciente-, Juanjo, se jubila. Recibe halagos, merecidísimos por lo poco que he sabido de él; es uno de los organizadores del concurso Canguro matemático. Enumera sus días dedicados a la enseñanza: cuarenta y cuatro años, meses y días y dice algo hemoso, hoy deja el claustro real e ingresa en un claustro virtual donde es admitido por otros muchos que en la comida le acompañan. Su cuerpo cuando habla sonríe, contento por haber enseñado tanto, aunque las autoridades no se lo agradezcan más que de un modo formal y desvaído, contento por seguir con sus compañeros en una vida igual de intensa, aunque los alumnos ya no puedan aprovechar su sabiduría. ¡Albricias por Juanjo!

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