jueves, 30 de octubre de 2008

La segregación según la Fundación Bofill

Los periódicos gratuitos, aquellos que leen los apresurados viajeros de trenes y metro, titulan hoy:
"El 30% de los institutos segregan según el nivel" o "Més de 300 instituts segreguen l'alumnat".
Esa es la frase, el meme, que quedará en la mente de los lectores precipitados. Segregación.
A mayor separación por niveles en el instituto o el colegio, menos nota en ciencias. Agrupar alumnos de 15 años por su nivel de conocimiento no es la mejor solución para mejorar los resultados.
Así de contundente es la La Funfación Bofill cuando con campanas y sonajeros da a conocer su informe a partir de los datos del Pisa ante la prensa. De ello se hacen eco los periódicos, sin matices, ni reservas. Pero luego, en las conclusiones si se matiza, primero afirmando que agrupar alumnos por su capacidad "parece influir negativamente en los resultados". Ese parece que debería atemperar los titulares es un claro indicador de la seriedad del estudio. Pero es que luego quien lo ha dirigido, el catedrático Ferran Ferrer, va más allá:
el nivel socieconómico de las familias influye en los resultados escolares y no debe deducirse que sólo por separar alumnos por nivel se saquen peores notas en ciencias. Las recetas para mejorar son diagnosticar antes los problemas, las medidas de refuerzo y la atención individualizada.
Eso es lo que intentan precisamente los institutos cuando agrupan a sus alumnos por niveles diferentes, reforzar, individualizar, ofrecer los medios para obtener el mejor resultado de cada alumno.
Cómo se pueden hacer afirmaciones tan contradictorias. Quizá porque en la propia Fundación hay una contradicción insalvable entre el director del estudio, que maneja datos, aunque escasos, y el director de la fundación que imparte ideología. Dice Jordi Sánchez, el director de la Fundación:
Crear grupos por niveles desafía a la escuela basada en el modelo comprensivo, es decir, aquella en la que todos los alumnos deben tener las mismas condiciones de escolarización sin mirar sus capacidades. La práctica va por caminos distintos a los aceptados. Los centros lo hacen por instinto de supervivencia; pero cuando una práctica colisiona tanto con el modelo, es que algo no va.
Más matices: que hacemos con la separación entre colegios e institutos, que hacemos con las clases masificadas donde se mezclan alumnos antiguos -nadius- y recien llegados -nouvinguts-, qué hacemos con las diferencias socioeconómico de los alumnos. ¿Acaso manifiesta la Fundación la misma reserva ante las diferentes condiciones de escolarización, las dos redes que separan la enseñanza en Cataluña -colegios privados, institutos públicos-, que producen resultados tan diversos en los expedientes de bachillerato, por ejemplo?

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