viernes, 27 de febrero de 2009

Escribe el hermano conseller

Que el objetivo principal de la propuesta de reforma del calendario escolar del hermano Maragall no es la mejora del sistema educativo se ve en la endeblez de su defensa.

A los padres -¿qué harán con sus hijos durante la semana sin clase de febrero?- les dice que no se asusten por la reforma, prestigio, les lanza como uno de esos mantras curativos a que nos tienen acostumbrados los políticos del tripartito, sin que venga a cuento. La escuela no es un recinto donde aparcar a los niños y niñas cuantas más horas mejor, les dice, en contra de la evidencia de que ese es el único programa que la actual escuela está en condiciones de cumplir.

A los profesores, preocupados por cómo organizar el comienzo de curso si se adelanta una semana las clases en septiembre, les dice que hay que ser más eficientes y rigurosos. Palabras vacías, pero bien escogidas para indicar el chivo expiatorio del fracaso escolar.

Con los empresarios asciende a las nubes y en la espiral de la ascensión quiebra la sintaxis y retuerce la semántica en una frase incomprensible:
Lo que sí es cierto es que, ante el establecimiento de una semana de paro escolar en invierno, una parte de las familias (¿bastantes?) puede desear una racionalización de su calendario y algunas empresas (¿bastantes?) pueden tener disposición para, sin perder productividad, ofrecer esa posibilidad.
Y les muestra un señuelo: las actividades invernales, como si la empresa fuese una, como Cataluña, y los beneficios indintinguibles y comunes. Además, ¿cuántos alumnos podrán acceder a esas actividades de pago, fuera del reducido círculo de los escogidos?

Por qué entonces el cambio de calendario. ¿Porque sí? El título del artículo que escribe, banal y prescindible -¿Y el derecho a decidir de la educación?-, nos da una pista sobre sus intenciones ocultas. Ahí está el derecho a decidir con su cohorte de significados inducidos. La agenda oculta de todo político catalán.
Pero la educación tiene sus propios objetivos; precisamente por ello debe fijar sus estrategias, su derecho a decidir, para conseguirlos. Puede y debe interpelar a esa sociedad y pedirle que cambie algunos de sus hábitos (aunque sólo sea una semana).
La agenda oculta.

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