jueves, 16 de abril de 2009

Efectos perversos de la universalización

Quienes promovieron durante la transición la universalidad de la sanidad y de la educación secundaria obligatoria, un bien consensuado por partidos y sociedad, no previeron algunos efectos perversos, pero fácilmente subsanables si se hubiese tenido en cuenta la opinión de quienes tenían que aplicarla, médicos y profesores. Como no se hizo, ahora se lamentan de la pérdida de calidad, de los tiempos de espera, de la pérdida de intimidad de los pacientes, de la falta de atención personal, en fin, de las agresiones de pacientes, alumnos y familiares.
Un primer estudio riguroso realizado por seis médicos españoles llega a la conclusión de que el 11% de los trabajadores sanitarios ha sufrido una agresión física alguna vez por parte de los pacientes y que el 64% ha sido víctima de amenazas, intimidación e insultos.
Otro tanto sucede con la enseñanza. Los alumnos saben leer y escribir separadamente, pero no saben poner por escrito lo que acaban de leer, es decir no saben asimilar ideas y organizar la información.
Aquellos que fieles a la bondad de sus ideas nunca preguntaron a los que tenían que habérselas con la realidad, claman ahora:
Hoy el conflicto se produce en el mundo universitario por el Plan de Bolonia, pero la tragedia está en otra parte. La escuela está fracasando a la hora de transmitir los cimientos sobre lo que se construye todo lo demás.

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