miércoles, 30 de marzo de 2011

Adolescentes

Es agotador, pero hay que resistir y decir no.  Hay que decir no:
¡Amor! Hace días que yo llegué a la conclusión contraria. El conflicto, con su rabia y con su furia, es imprescindible, y eso es lo que hay que enseñar. A los padres. Las veo aparecer por la puerta. Torvas. Qué adjetivo exacto. Una fiereza desgreñada, sólo atemperada por el desprecio. Echan una ojeada al lamentable paisaje de cada día: una casa limpia, ordenada, tranquila. Husmean el maldito olor a padres, invariable. Es un olor que sólo ellas detectan, naturalmente.

No hay solución. No hay problema. En un momento indeterminado de los 13 años y hasta un momento indeterminado de los 18 (baja y sube según el trópico) hay pelea. Los objetos les importan una asquerosidad de las suyas, que tanto tienen en la boca. Ni el salir ni la comida ni la libertad ni el acceso a facebook ni tirar de tabaco. Sólo quieren pelea, por sí misma. La pelea es un alimento y una respiración. La explosión hormonal es también eso: un voraz instinto de fajarse contra el mundo. No debemos engañarnos: la negociación, cuando adviene, es sólo el resultado de nuestro cansancio inexorable, de la acumulación de las horas y los problemas, de la salud castigada. Nunca es el resultado de la razón. Debe haber lucha, conquista, un tiempo arrasado. O la patria de la edad adulta o la muerte. (Arcadi Espada).

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