viernes, 30 de septiembre de 2011

Guardias de patio


En este instituto donde trasiego o me trasiegan se hacen guardias de patio. Se vigila a los chicos de la ESO para que no salten las vallas y se vayan a la calle. Ya se sabe que desde hace unos años los profesores estamos supliendo nuestra función principal por otra más cercana a la  de vigilantes y seguratas. A un antiguo director de otro instituto lo llamaban el guardián del calabozo. Pues bien, la vigilancia la hacemos de dos en dos, como parejas de la guardia civil. El otro día se me pasó por alto que me tocaba vigilar el patio y me quedé tan ricamente en el bar leyendo el periódico, función más acorde, claro está, con el antiguo papel del profesor, la de informarse. Mi compañero de patio, una de esas personas que siempre está pidiendo perdón por seguir vivo, un  individuo que no sabe vivir sin deponerse ante la autoridad, raudo y presto subió a jefatura, ¿dónde si no?, a decir que yo no había acudido a cumplir con mis deberes. A la vuelta, me pasé por ese lugar para comentarle a la subjefa de estudios, nueva en el cargo, siempre absorta ante el ordenador, pero con las antenas puestas, mi olvido. Y aquí viene la cosa, la degeneración del presente, el trastorno, la confusión. Me dijo: “Espero que no se vuelva a repetir”. Nunca antes había oído tal cosa, una humillación semejante a un compañero de tareas.

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