No se comprende el actual deterioro de la imagen pública del profesor como no sea por la actitud generalizada de descargar la responsabilidad sobre otros. Los electores, consumidores y beneficiarios, sobre el Estado al que hasta ahora han visto como madre pródiga, los políticos que temporalmente ocupan los sillones, sobre los funcionarios con plaza permanente, los padres, sobre médicos, monitores y agentes sociales y todos, sobre profesores a los que se les acusa de mucho vacacionar y trabajar poco.
Sin embargo pocos de los que les acusan han estado en una clase de chavales de venticinco o treinta muchachos de entre 12 y 17 años, aunque tengan una idea de lo que es tener un adolescente en casa, pocos dan valor o saben del trabajo de preparación de clases en un contexto cambiante como es la transmisión del saber o el estímulo de aprendizaje ante gente que se mueve en un ambiente digital; pocos saben del trabajo posterior de corrección y evaluación, dando por supuesto que su trabajo se reduce al de niñera por horas.
Es como si los examinados fuesen los profesores y a los alumnos no hubiese que enfadar demasiado con exámenes y pruebas, a los padres no exigirles preocupación por la formación de sus hijos y a la administración no pensar en el futuro, sino tan sólo que su imagen no se deteriore en la primera página del periódico o en el expositor de telecinco.
Y sin embargo, nunca como ahora he visto profesores angustiados por su impotencia, profesores tan responsabilizados por su labor, preparando sus clases, preparando ejercicios atendiendo a los diferentes niveles del alumnado, evaluando con gran cuidado a cada uno de ellos según sus capacidades y esfuerzo, profesores tan culpabilizados.Que cada cual recuerde a los maestros o profesores de antaño, en qué consistía su labor, cómo preparaban las clases, cómo trataban a sus alumnos.
lunes, 17 de octubre de 2011
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