lunes, 5 de marzo de 2012

Criando un bebé


Escribe Elvira Lindo:
"Ahora hay un libro, Criando un bebé, de una americana llamada Pamela Druckerman, que está trayendo cola. La señora Druckerman ha tenido a bien ser madre en Francia y se dedica a comparar el temple de los padres franceses con el carácter histérico con que las americanas están abordando la maternidad. La teoría druckermaniana es que los franceses, cuando son padres, no renuncian ni a sus derechos ni a su ego, y en absoluto ponen a los niños en el primer puesto de sus prioridades. Con este talante, según la autora, los galos consiguen que los niños sean menos coñazo que los niños americanos, más sufridos y más independientes, y que las mujeres no abandonen su sex appeal en el minuto uno de su embarazo. Algo de razón tiene la escritora, aunque en descargo de las madres americanas haya que decir que tienen razones para estar más histéricas puesto que su maternidad está menos protegida que la francesa. Aun así, es curioso cómo han saltado las críticas en la prensa. Un periódico tan templado como The New York Times publicaba una crónica defendiendo la educación de los niños americanos de una manera bastante cómica. Pero, en el fondo, bajo la indignada reacción, se percibe siempre un tufillo de envidia. Ay, quién pudiera saber disfrutar de la vida como ellos. Beber vino a diario y no ser alcohólico, comer quesos cremosos con higos y nueces y pan y chocolate y no ser gordo, fumar en casa de un amigo sin pedir permiso ni ser considerado un depravado, gastar en cremas y peluquerías sin sentirse culpable, tener escarceos fuera del matrimonio sin ser por ello apartado de la carrera política, darle un cachete a un niño y no por ello ser acusado de maltratador, tener el derecho a decirle a tu criatura que eres tú quien pone las reglas, así que vete a tu cuarto mientras hablo con la visita: ser francés, en suma, que también es una lotería, como tener revelaciones. Yo tengo mi propia experiencia al respecto: anduve una semana de visita por liceos franceses y disfruté viendo cómo los niños llamaban de usted al profesor y cómo intervenían educadamente en la charla. Pero no lo conté ni lo contaré nunca porque aquí también nos enfadamos si alguien pone en cuestión a nuestros niños. Y más nosotros, que tuvimos una oportunidad histórica de ser franceses, pero, como todo el mundo sabe, la Virgen del Pilar estuvo en desacuerdo".

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