¡Qué agobio llevo con los exámenes, de verdad! Parece que nunca se acaban, y eso que empecé la semana pasada. Salgo del examen de Física, me meto en el de Filosofía. Salgo del de Filosofía, entro en el de Mates. Como las mates tampoco parece que van muy bien, al final salgo de todos los exámenes con la misma pregunta: ¿qué demonios estoy haciendo?
Salgo de un examen y ya ni recuerdo el porqué del idealismo trascendental kantiano, o del eterno retorno, de los vectores, del tiro parabólico y de todas esas cosas de las que me evalúan. Os prometo que si me vuelven a evaluar en tres meses no tendría ni puñetera idea. Lo peor es cuando llega la nota. Después de haberte matado a estudiar como un idiota el cabrón de Perales me pone un 6. Por favor. Un 6, si ese examen era una obra maestra, el summum del control. Por favor…
¿De verdad una nota es lo que dice que yo sé de matemáticas o de filosofía? Voy a ir más lejos. ¿Por qué no se hacen exámenes en grupo? ¿Por qué nos evalúan a sabiendas de que se nos va a olvidar? ¿De qué me sirve esta materia para el futuro? A veces pienso que los profesores no leen mis trabajos. A Declan se le ocurrió escribir entre líneas “profesor joputa” a ver si se cosca, pero descarto la opción porque es una tontería y no me apetece que me expulsen.
Y las tutorías no ayudan
No es la primera vez que digo que los métodos de evaluación deberían ser distintos. Una nota es sólo un número impersonal que a partir del 5 indica que ya he superado los requisitos mínimos de esa asignatura. Pero no dice nada de si soy creativo, si tengo iniciativa, si me esfuerzo, mi bagaje interior… Y las tutorías poco o nada ayudan. Escuché a un hombre una vez decir que se enseñan contenidos del siglo XIX, impartidos por profesores del XX para chavales del siglo XXI.
¿Por qué en 200 años de historia de educación universal no sería raro para un chico del pasado asistir a clase? Porque podremos haber introducido proyectores, ordenatas, pero ir a clase sigue siendo al fin y al cabo lo mismo. No ha cambiado un ápice desde que se generalizó. ¡Y esto no puede permanecer así! En 20 años se ha revolucionado la forma de comunicarse y en 200… ¡no se ha podido ni cambiar la forma de educar! Al menos tengo la libertad de sentirme libre de cómo enfrentarme a todo ello ;)
miércoles, 29 de febrero de 2012
¿En qué ha cambiado la escuela?
Se pregunta el articulista si realmente la escuela ha cambiado tanto como la espuma del día aparenta, si las conexiones y los artilugios electrónicos expanden la conciencia o bien son un rebuzno aparatoso. No está mal como pregunta.
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