No cesan de agobiarnos, a los docentes e investigadores, con la cantinela de la competitividad y de los rankings. La última jeremiada versa sobre el irrisorio lugar ocupado por España en el ranking mundial de universidades.
Hay, por lo visto, algo denominado "ciencia española", y se dictamina que en la actualidad es escasa y no competitiva. Ahora bien, a los docentes e investigadores nos importa un bledo que los conocimientos que creamos o impartimos sean españoles o finlandeses. El conocimiento no tiene fronteras, por peninsulares que sean. Universidad significa universalidad. Así se entendió en la época del nacimiento de la ciencia europea. El heliocentrismo no fue polaco, ni las órbitas planetarias elípticas fueron checas, ni la gravitación universal fue inglesa. ¿Es acaso judía la relatividad?
Quede la desazón por los rankings para los políticos (por el prestigio) o para los economistas (por los royalties). Pero a los universitarios que nos dejen en paz. Si nos dan más y mejores medios produciremos más y mejor. Pero no para subir en el ranking, sino para aumentar el acervo de conocimiento de la humanidad. A los entusiastas de la competitividad como los autores del artículo No hay ciencia sin competición (EL PAÍS, 12 de marzo) les recomendaría la lectura del trabajo de Malcolm Gladwell en el New Yorker del 14 de febrero, con particular atención a las últimas líneas: "El que ocupa el primer lugar en cualquier sistema de rankings es en realidad el que lo organiza". JOSÉ MONTSERRAT - Barcelona - 15/03/2011
lunes, 11 de abril de 2011
Ciencia, formación, país
¿Debo algo a quién ha financiado mi formación?
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