Solo con una educación de calidad para todos que haga
que cada individuo dé lo mejor de sí mismo y solo si la educación es capaz de
hacer que cada uno -con independencia de su renta y posición social de partida-
dé lo mejor de sí mismo, podremos crear una sociedad que, además de justa, sea
competitiva e innovadora.
Que nadie se llame a engaño: con recortes educativos no
vamos a salir de la crisis. Cada vez se constata más que las economías de
nuestro entorno requieren de menos empleados con baja cualificación y cada vez
más con una alta formación y especialización. Y esa es la línea de actuación de
la Estrategia Europa
2020, que tiene como objetivo dejar en ese año la tasa de abandono escolar por
debajo del 10% y que al menos un 30% de las personas de 30 a 34 años tenga
estudios de nivel terciario. España tiene que ponerse a ello. Es curioso que
dupliquemos a la media europea en dos datos: la tasa de fracaso escolar y la
tasa de desempleo.
Ante los recortes a la educación pública, no podemos
resignarnos a buscar alternativas de un coste elevado -la privada- o cuyos
valores de progreso e igualdad no siempre estén presentes -la concertada- y en
su lugar incluyan otros de corte confesional. La educación concertada no
siempre es gratuita -no cubre todos los niveles educativos y cuenta con cuotas "voluntarias"
en muchos casos bastante elevadas- y, sobre todo, no es inclusiva. Se resiste a
contar con alumnado inmigrante, no atiende a aquellos que tienen necesidades
específicas o aplica con mano de hierro un régimen sancionador que tiende a
expulsar a las capas sociales más marginales.
No creo equivocarme si afirmo que los mejores sistemas
educativos del mundo en cuanto a resultados son mayoritariamente públicos -como
Finlandia- y con una fuerte dotación económica. Vivimos tiempos difíciles y
tenemos que decidir qué modelo de sociedad queremos: una sociedad que busca lo
mejor para todos o una sociedad que se conforma con que solo unos pocos lleguen
al final.
Me he decidido a escribir una carta después de ver
varios días a mis dos hijas profesoras tristes y cabizbajas. Las veo ir y venir,
manifestarse con una camiseta verde, corregir, preparar clases, hablar con
padres de adolescentes despistados... Siempre estuve orgullosa de que
trabajasen en la enseñanza pública. El otro día les pregunté si habían
conseguido algo. Una de ellas me respondió con desasosiego. Sí, que nos
persigan por llevar la camiseta verde con el lema de "Educación pública de
tod@s y para tod@s".
Yo que viví de niña una guerra y una posguerra en la que
todo el mundo me decía "no te metas en nada y vivirás tranquila" recordé
lo que era no poder manifestarse, no poder decir lo que uno pensaba, no poder
quejarse, asumir sin rechistar...
Al parecer 200 personas han sido requeridas por la Junta Electoral de
Madrid por acudir a las urnas con las camisetas verdes luciendo tan peligroso
lema.
En otra ocasión unas profesoras se tuvieron que despojar de
ellas y lucir sus interiores para poder entrar en su Dirección de Área
Territorial. ¡Hasta hay tiendas en las que se prohíbe entrar a los que llevan
esta prenda!
Me pregunto en qué país vuelvo a vivir al cabo de los años. Creí
que no volvería a presenciar cómo se impedía la libertad de expresión y sin
embargo, me cuentan mis hijas, hay varios profesores desplazados
fulminantemente por haber salido en la prensa explicando que daban materias
diferentes a aquellas para las que se prepararon, directores expedientados por
permitir exhibir en sus centros pancartas contra los recortes, profesores que
no pueden pasar con la camiseta verde casi ya por ningún sitio.
Espero que la crisis y la mayoría absoluta de un partido no
den paso a un recorte en los derechos fundamentales que tanta sangre y que
tanto tiempo han costado conseguir.
No quiero volver atrás, no quiero ver cómo mis nietos
regresan a la mordaza y a la falta de derechos fundamentales, la educación y la
libertad de expresión, incluidos.-
(Luisa Molina Maeso).
Me entristece la situación del colectivo docente en
este Reino. Probablemente, se trata de una de las profesiones más admirables y
de mayor responsabilidad de cuantas existen y son denostados e infravalorados a
tenor del trato, las medidas y las opiniones de las que son objeto. El
colectivo docente en España invierte aproximadamente entre un 15%-20% más en
horas lectivas que cualquiera de sus colegas del llamado Primer Mundo. A ello, hemos
de añadir el tiempo extra lectivo que deben dedicar en correcciones y análisis
de conducta de sus alumnos, amén de una adecuada planificación cada curso.
Sin embargo, el Estado español ha realizado una inversión
superior a los 7.800 millones de euros en la adquisición de una flota de 87
aviones europeos de combate. El coste de uno solo de esos aparatos, cubriría no
ya las nóminas de esos miles de maestros que se han quedado sin trabajo, sino
las fiestas de fin de curso de todos los centros públicos del Estado.
No sería de extrañar aunque todos pondríamos el grito en el
cielo, si a final de curso nuestros hijos se quedan sin ser calificados, provocando
una situación caótica. Mi solidaridad con los profesores.
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