miércoles, 14 de marzo de 2012

¿La señora presidenta?

Para seguir con la lengua fuera:



           Por favor, a ver si dejamos de ser ignorantes e iletrados en España con algo tan valioso como es la lengua que hablamos y escribimos. Puede haber frases machistas pero no existen los términos machistas. A ver si, antes de parlotear, estudiamos un poquito de gramática y un poquito de historia de nuestra lengua, que no es tan difícil.  En español no hay sólo dos géneros, igual que en inglés no hay sólo uno, aunque no tenga desinencias distintivas; en español, como el latín que es, sigue habiendo tres: masculino, femenino y neutro, como en latín. El género es un concepto semántico y no tiene que tener siempre correspondencia morfológica distintiva. El español es un latín simplificado, solamente. La única diferencia es que el género neutro no se distingue morfológicamente del masculino, y se debe a una razón afincada en la historia evolutiva de la fonética española: La -u breve del latín se convirtió en sonido /o/ y las desinencias finales del latín que designaban el caso se perdieron. Así los términos neutros en -um/ -um, evolucionaron a –o y los masculinos en –us /-um, de nominativo y acusativo, por la misma regla mencionada anteriomente, evolucionaron también a –o. Es simplemente una coincidencia en la evolución de los sonidos de las desinencias de ambos géneros, no es que haya desaparecido el género neutro. De hechon conservamos aún un pronombre “lo” que continúa mostrándose morfológicamente distintivo, como en inglés permanece el “it” y que demuestra que, semánticamente, el neutro continúa vivo en todas las lenguas indoeropeas, y que se trata de fenómenos de simplificación fonética, no de que el masculino haya absorbido el significado de género no marcado en detrimento del marcado femenino. (En la mayoría de las lenguas romances, lo único que se ha unificado es la forma de formar el plural, que ha tomado la desinencia –s por ser la más habitual en el modo acusativo de la mayoría de las declinaciones y géneros). Pero el proceso descrito anteriormente no tiene nada que ver con el machismo. Por ello, cabe recordar que  la tercera declinación del laítn  hacía el masculino y femenino igual, así que decir “presidente” es etimológicamente tan femenino como masculino, igual que “juez”, mientras que “presidenta” o “jueza” cosntuituyen sencillamente aberraciones  morfológicas propias de políticos que se fumaron con marihuana las clases de latín y las de gramática española. Tan sólo se permitió, en una fase temprana del castellano,  formar “doctora” o “rectora” por la razón de que el castellano sustituyó la desinencia de agente femenina en –ix o –iz, que suponía una terminación extraña en español, por la de –ora (que también se empleaba en latín, aunque no con uso agentivo, sino como femenino de –or, como desinencia de cuantificación mayor,para adjetivos del comparativo relativo que tomaban uso sustantivo: p. ejm- senior (literalmente: más viejo) do, en  latín vulgar “seniora”, pero fue, hay que decirlo, un uso extremadamente vulgar de intercambio desinencial. Pero la lengua lo admitió porque respetaba  la regla general de formación del femenino pero sin violar las normas morfosemánticas (y quien viola la forfosemántica , sencillamente, deja de hablar la lengua que dice que habla, porque aquellas son reglas que, junto a la sintaxis configuran la gramática profunda que distingue una lengua de otra), ya que los agentivos en –or si tenían una terminación femenina diferente, en –ix; esto es: la desinencia –or era solamente masculina y tenía una forma específica para el femenino, en –ix , en español, -iz (que se conserva apenas en palabras como “matriz” o “directriz” o a través del francés, en “actriz”). Por ello, formar “directora” no es una aberración morfológica, tan sólo una sustitución de la desinencia femenina por otra más “amigable”  y frecuente  en la lengua y fonética españolas; pero “presidenta” es sencillamente una burrada histórico-etimológica, y es normal que nos siga sonando cacofónica, a pesar de oírla mil veces. No es machismo, es que tenemos integradas, afortunadamente, en la memoria, la gramática profunda de nuestro latín evolucionado. Machismo es que afirmar que  “la presidente” nos suena mal porque asociemos que la desinencia de participio de presente “-nte”, a algunas personas, les suene sólo a masculino. Eso sí es machismo, porque significa negar que las mujeres puedan ser agentes de algo, parte actora voluntaria de una acción. Y curiosamente, a los únicos a los que les suena mal el uso etimológico de -nte en el participio de presente femenino (que en latín era idéntico para masculino y femenino, en –tis, porque sencillamente era una forma verbal,que, como tal, no distinguía género alguno), es a los que se dicen feministas de izquierdas. Dígamoslo ya, de feministas nada: machistas incultos es lo que son. Los verbos latinos no distinguen desinencias de masculino y femenino (ni siquiera “parir”, que es una acción exclusivamente femenina),  y ni siquiera su posterior empleo para formación de  adjetivos y sustantivos en español le  hace perder al participio de presente su original norma formológica. En español, la única forma de dotar de género a los participios de presente con uso sustantivo o adjetivo es valiéndonos de la flexión de: 1) los determinantes que los recategorizan a sustantivos, como ocurre en  “la dirigente” (y no “la dirigenta”) o del núcleo del sintagma nominal, que los recategoriza en adjetivos: “Una mujer interesante”  (y no “una mujer “interesanta”). Por esa misma razón, porque es un insulto a la gramática decir “dirigenta” o “interesanta”, lo  también es aceptar “presidenta”. El problema empezó cuando los socialistas empezaron a meter a periodistas o escritores ex malos estudiantes, es decir,   ignorantes, en la RAE, en lugar de a filólogos, como debería ser. Eso es como si en AENA ponemos a  dictar las normas de seguridad aerospacial a filósofos o a albañiles en lugar de a ingenieros aeronáuticos. En España existe la falsa creencia de que todo el mundo entiende de la lengua española y todos saben leer, escribir y hablar correctamente, pero eso apenas se cumple en un 1% de la población, y apenas en el 5% de la universitaria ni en los puestos de dirección de empresas o de política. Y por eso se desprecia a los expertos en esas áreas y se permite que perfectos tripitidores del bachillerato, que han escrito libros, protagonizado películas o publicado en períodicos afines al régimen que coloque en la RAE, se permitan la osadía de ingresar en la RAE y convertirse en autoridad lingüística para otros tan ignorantes como ellos que, claro, jamás notarán la diferencia. La ignorancia es osada porque el ignorante jamás reconoce que ignora lo que ignora, pues ignora que lo ignora. Entonces, señores, por la misma norma, cuando vuelvan Vds. a la Seguridad Social, permítale a la señora de la limpieza que le prescriba la medicación para su diabetes o su cáncer, que también es un gremio que da un millón de consejos en materia farmacéutica, y aquí todos sabemos de todo, qué más da. Así aliviaríamos mucho las listas de espera. Y no digan que no, que podríamos acusarles de clasistas, discriminando a las señoras de la limpieza por dedicarse a retirar lo que Vd, burgués exigente, tira al suelo. Es el mismo razonamiento absurdo.

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