Las noticias dia tras día son malas. La economía española se desliza por un tobogán: la recesión va para largo y, lo peor, las alternativas al modelo de crecimiento que se acaba no se ven por ningún lado. Las bases sobre las que se ha construido este país hacen aguas. Por lo que respecta a la educación, lo datos no pueden ser más pesimistas: los informes sobre enseñanza secundaria, la calidad de la universidad, la desidia de las autoridades educativas a la hora de proponer un modelo convincente, esperanzador. Un estudio europeo coloca a la universidad española a la cola entre los países desarrollados. La escuela pública está sin aire y sin nadie que la asista. En Cataluña la deriva en favor de la escuela privada cada vez es más evidente, justo en el momento en que el gobierno se dice más laico y más progresista. La desproporción entre los alumnos extranjeros que van a escuelas e institutos públicos y los escolarizados en centros concertados es abrumadora. La escuela pública escolariza al 85% de los alumnos inmigrantes; la concertada, apenas al 15%, cuando su cuota roza el 40%. No faltan manifiestos voluntariosos -"educar" no es una tarea exclusiva de unos profesionales, pero falta nervio, autoridad y capacidad para tomar deciciones comprometidas.
Sin un buen sistema educativo no puede haber una economía competitiva que construya alternativas al ladrillo y al turismo ni ciudadanos capaces de tomar decisiones racionales.
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