jueves, 23 de septiembre de 2010

Una sensación de abandono

No hay como una tutoría de la ESO para meterse en las entrañas de la sociedad. Náufragos del Estado de Bienestar. Muchos más de lo que se podría sospechar. Una sensación de abandono. Madres que huyen, padres desbordados, abuelos que de pronto vuelven a ser padres a una edad que la energía no les alcanza. Niños recogidos en pisos o casas por guardadores que el ayuntamiento o la comunidad autónoma pone a su cargo. Niños cuyo momento de alivio y compañía lo encuentran durante las horas de colegio. Una inmensa carencia de afecto, una inmensa necesidad.

El principio de placer ha gobernado la vida de muchas personas durante las últimas décadas, no compensado por un sentido de responsabilidad. El disfrute egoísta, la liberación personal de cualquier norma no ha ido acompañada por un sentido de implicación y hermandad, como no fuera de vacua solidaridad con los afligidos transcontinentales. La familia se ha visto como una de las instituciones a transformar, revolucionar, derribar; los hijos se han visto como un juguete bonito, sin ser conscientes que como todos los juguetes se podía romper. Ha habido muchas teorías al respecto. Muchos las pusieron en práctica; la mayoría ha vivido la nueva situación sin pensar mucho en ello.

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