La España de hoy no facilita el desarrollo de los talentos de mucha gente, por ejemplo, de los parados, los jóvenes aparcados en trabajos de poca calidad o los mayores arrinconados antes de tiempo. Con viento favorable parece que todo va bien, pero una crisis como la actual desvela la realidad de un país que no innova lo suficiente, cuyo tejido empresarial es frágil, cuyos políticos se bloquean o se pierden en peleas internas, cuyos medios de comunicación producen demasiado ruido y cuyas gentes confían poco unas en otras.El pesimismo es tal que muchos, especialmente los jóvenes, no confían en sus élites dirigentes, políticas, culturales, empresariales y opta por poner su mente en otras cosas, el fútbol, por ejemplo, y abstenerse de debatir o votar sobre los asuntos que debieran preocuparnos a todos.
Los datos de un reciente estudio, Víctor Pérez Díaz y Juan Carlos Rodríguez, La cultura de la innovación de los jóvenes españoles en el marco europeo, editado por la Fundación Cotec, no son muy halagüeños:
He aquí, en apretado resumen, algunos de los datos en cuestión. En comparación con el europeo medio, los españoles fallan más los test de Matemáticas, dedican menos tiempo a estudiar, su tasa de abandono escolar es mayor, leen menos libros y practican menos actividades artísticas: ello indica un cultivo menor de su inteligencia. Además, se emancipan más tarde, dan más importancia a vivir en un entorno seguro, viajan menos, saben menos inglés, confían menos unos en otros, se interesan menos en la política y desconfían más de los políticos: ello sugiere un déficit de confianza en sí mismos y en los demás, ligado con un impulso menor y un horizonte de vida más reducido.Pero el pesimismo sólo debería constituir el reflejo del primer estadio de la presente crisis,
Este déficit de disposiciones virtuosas (de cultura moral vivida) es lo que se traduce en la fragilidad, la rigidez y el menor dinamismo de la economía, en el carácter derivativo de buena parte de la cultura, en la falta de ecuanimidad del debate público y en la mezcla de desconcierto y timidez de fondo con aires de ordeno y mando de tantas decisiones políticas.
Piénsese por un momento en lo maravilloso que sería que los españoles, en lugar de quedarse en la mera desconfianza de los políticos y de los medios, decidieran asumir más responsabilidad directa por lo que les ocurre e informarse por su cuenta. Si lo hicieran, cambiarían su manera de ser. En realidad, es la única forma que tienen de cambiarla.
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