Tengo una amiga que consiguió la plaza deseada en el concurso de traslados. Su rostro se abrió como una rosa. Pero llegaron las reclamaciones. Alguien presentó no sé qué documento y consiguió sobrepasar en una décima a mi amiga. Mi amiga sospecha de la valoración de ese documento. El caso es que se quedó sin su plaza.
Los alumnos en la selectividad se juegan muchas cosas. Nerviosos como pollos que corretean por primera vez, se entregan a los exámenes con miedo y excitación. El nerviosismo a veces les juega malas pasadas y quizá pierdan las décimas que necesitan para acceder a la facultad soñada. No siempre son conscientes de la frialdad del sistema, que los profesores que les corrigen no son los mismos con quienes han compartido instituto durante años; que la familiaridad ya no cuenta; que los errores se pagan; que para que su nota sea justa debe de corregirles alguien que no les conoce.
En uno de los exámenes de la selectividad, uno de ellos ponía sus preguntas en el móvil y alguien le dictaba las respuestas a través de un pinganillo. El pinganillo pasa completamente desapercibido, pero no la voz del alumno que se expandía más allá de los alumnos de alrededor. Los vigilantes oían algo aunque no sabían de dónde procedía. Al final su pudo averiguar el nombre del alumno y el de su sustituto.
lunes, 20 de junio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario