jueves, 23 de abril de 2009

Si todos los días fuesen Sant Jordi

Imaginemos que todos los días laborables fuesen como el de hoy. Un día en el que vamos a trabajar con la sonrisa puesta, nos reciben con aroma de rosas y nos regalan libros envueltos en papeles satinados, bajo la advocación de un santo que no existió.
La fiesta de Sant Jordi es la fiesta más bonita de Cataluña o la fiesta más bonita sin más. ¿Por qué? Quizá por la despreocupación, es un día laborable, pero se vive sin la angustia, la prisa, la competición, la obligación de los días laborables. Tampoco se tiene la sensación de los días festivos, de estar entre paréntesis, a la espera del tiempo normal, reglado, obligado, retribuido.
Es posible que algún día ir a trabajar sea como el del día de Sant Jordi: días laicos, desacralizados, sin obligación, por gusto. Como debería ser la vida, un libre discurrir.
Si queremos vivir de modo laico, habría que empezar por desembarazarse de ese conjunto de ideas falsas que en general nos acompañan, nos entristecen, nos ofuscan y cubren de pesados velos nuestro libre discurrir. El desencanto, de Andrew Anthony, si destripamos el papel satinado y empezamos a leer, puede ayudar bastante.

No hay comentarios: