jueves, 25 de junio de 2009

Cuando Belmonte iba a la escuela

Juan Belmonte nació en 1892. Algunas cosas han cambiado desde entonces.
Me mandaron a la escuela como castigo. Era, de verdad, un castigo aquel caserón triste, con aquellas cuadras húmedas y penumbrosas y aquellos maestros malhumorados, en los que no suponíamos ningún humano sentimiento. Se decía que el edificio de la escuela había sido en tiempos una de las prisiones de la Inquisición, y había corrido la voz entre los niños de que en los sótanos se conservaban los aparatos de tortura que usaron los inquisidores. Todo aquello daba a la escuela un aire siniestro. Lo temíamos todo, y cuando traspasábamos aquel portalón sombrío, era como si nos metiésemos en la boca del lobo. Frente al maestro teníamos una actitud hostil y desesperada de alimañas cautivas. El miedo real a la palmeta y un terror difuso a no se qué terribles torturas inquisitoriales que nos imaginábamos, nos acorralaban ordenadamente en los duros bancos de la escuela. Una vez un maestro se entusiasmó golpeando a un niño. Le tiramos un tintero a la cabeza y nos fuimos.
Yo no fui a la escuela más que de los cuatro a los ocho años. Me enseñaron a leer y escribir dolorosamente, es cierto, pero muy a conciencia. Esa fue toda mi cultura académica.
Manuel Chaves Nogales. Juan Belmonte, matador de toros.

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