Esta carta,
No hace falta ser un brillante pedagogo para saber que sin motivación es imposible aprender.
Por eso me sorprende que el Gobierno planee extender la escolarización obligatoria hasta los 18 años. Porque el joven que decide voluntariamente dejar de estudiar a los 16 difícilmente va a reconvertirse de la noche a la mañana en un alumno aventajado obligándole a asistir a clase.
Lo más probable es que invierta esos dos años de más en calentar el asiento, perjudicando el nivel de su clase y de paso malgastando un dinero público que buena falta le hace al sistema educativo. Inyectar aún más desmotivación en las aulas no va a reducir el fracaso escolar, sino todo lo contrario. Mejor sería facilitar al joven el acceso al mercado laboral, adquiriendo la experiencia y madurez necesarios para, quizás algún día, reemprender sus estudios con verdaderas posibilidades de aprovechamiento.
JOAN CAMPSOLINAS DRESAIRE - Barcelona
El periódico apunta algunos procedimientos básicos para hacer posible la ampliación de la escolaridad obligatoria:
una oferta docente diferenciada, con alternativas más orientadas al empleo o a la formación profesional, incluso a tiempo parcial, para que fuera posible compatibilizar la formación con los primeros pasos de la actividad laboral. Sin olvidar que lo prioritario es mejorar lo que tenemos: no podemos permitirnos el lujo de aumentar, ni siquiera prolongar, las deficiencias del sistema educativo actual.
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