Vicente Verdú señala los dos males en los que todo el mundo parece coincidir, los problemas a resolver para enderezar el fracaso escolar:
Uno es el de "la falta de espíritu de sacrificio", de la ética del esfuerzo y toda la retahíla que denuncia la ausencia de abnegación. El otro mal, también muy subrayado, se refiere al caos del aula consecuencia del poco o nulo respeto que se presta a la autoridad del maestro.
Verdú los ve como irresolubles, porque atendiendo al espíritu de la época esos males no son tales, sino muy al contrario, pilares de nuestra sociedad de consumo.
Si los muchachos no muestran espíritu de sacrificio y sí, por el contrario, reclamación de recompensas antes de haberse esforzado, es porque reproducen el espíritu mismo de la prosperidad en la cultura de consumo donde primero se obtiene la cosa y luego llegan los pagos, donde primero se recibe el piso o el goce y luego aparecen los efectos secundarios.
Exigir penalidades antes de obtener el paraíso fue la ecuación religiosa que inspiró el éxito del "capitalismo de producción": primero se ahorraba a través de privaciones y después se adquiría, al contado, la cosa.
La cultura de consumo invirtió esta ecuación y las mismas leyes sobre educación que permiten pasar de curso sin haber aprobado varias asignaturas son uno de sus correlatos. Primero el ascenso de grado y, más tarde, los duros efectos secundarios.
Tan acabado como el invocado respeto a la autoridad. Todas las instituciones y sus máximos representantes, desde la política a la Iglesia, desde los bancos a los medios de comunicación, se hallan desacreditados. Respetar a la Autoridad se contradice con este desprestigio al que contribuye no sólo la escandalosa corrupción de las autoridades sino el auge del poder en red.
La generación Internet se ha formado en la participación y la interacción, no en la obediencia a un jefe. Los líderes en la red lo son por su capacidad de emulación y el grupo (también en las empresas, también en la ciencia) se constituye en fuente de intercambio de saber. No es un faraón del conocimiento quien imparte doctrina sino que la doctrina o el conocimiento se realizan en cooperación: en la propuesta y su cola de correcciones. Quien no entienda esto será presa del pasado. Más pegajoso que instructor, menos sabio que impertinente.
Si está en lo cierto Vicente Verdú, el pacto sobre educación es más necesario si cabe. Si la sociedad ha educado para el consumo y ha producido estos males, la sociedad tendrá que volver a educar a sus polluelos sobre bases nuevas. ¿Dónde están los pedagogos sabios, dónde los políticos sensatos?
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