jueves, 21 de octubre de 2010
Delegados
Elección de delegados. Un inusitado número de candidatos. La chica seria y lista, respetada, algo solitaria. Un chico inquieto, vivaracho, de los que no les gusta a los profes. El repetidor, que cree que se las sabe todas, del que se teme que haga labor de zapa. El que tiene problemas, familiares, de integración, con una personalidad en gestación, para el que el espacio del aula es demasiado pequeño, cuyo desasosiego incomoda tanto a los profes como a sus compañeros. Otros tres más de relleno, sin un carácter definido. Ha pasado una semana desde la presentación formal de candidaturas, con constitución de mesa electoral, con la más antigua y el más joven de la clase. Ha habido campaña a favor y en contra de los candidatos. Se reparten las papeletas. Los miembros de la mesa llaman a los votantes por lista, hacen el recuento, fijan los votos en la pizarra. Hay una lucha reñida entre la chica seria, el vivaracho y el repetidor. También yo tengo mis preferencias, aunque no he hecho ningún gesto que demuestre mis gustos. Sin embargo, mientras se va decantando la elección hacia la chica seria y empatan los otros dos, pienso que me hubiese gustado que ganara el chico con problemas, el de difícil integración. No se votó él únicamente, otros dos o tres lo votaron. Vi en sus gestos y movimientos su deseo de ganar, de sentirse arropado por la clase. Hubiese sido importante para él, pero lo tenía todo en contra, lo tiene todo en contra, los informes escolares, su historia familiar, las prevenciones ante su rendimiento y comportamiento. La institución lo ha señalado como problemático, bajo capa de buenas, conmiserativas palabras.
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