A partir de los cinco años, se encontraba sujeto a una formación tan exigente como la espartana: un joven príncipe se tenía que levantar antes del amanecer al sonido de una trompeta y su día comenzaba con una carrera de ocho kilómetros, para después embarcarse en una agotadora sucesión de lecciones, entrenamiento de la voz, prácticas armadas e inmersiones en rápidos helados. Para que aprendiese las artes del liderazgo, se le pondría al mando de una compañía de otros cincuenta niños. Para inculcarle una majestuosa agilidad con la lanza y el arco, debía ir de caza con su padre. Para enseñarle los principios de la justicia, las glorias de la historia persa y la devoción a Ahura Mazda, recibiría instrucción de los magos. Podía haber nacido en el regazo del lujo, pero el lujo existía para impresionar a los ojos de los seres inferiores, no para ablandar el filo de la élite. Incluso de una princesa que poseyera pueblos enteros sin otra función que mantenerla calzada con exquisitas zapatillas se esperaba que no se mantuviese en un ocio superficial, que estudiase con sus institutrices, practicase equitación, y quizá que, con sus hermanos, se mostrase hábil con el arco y la lanza. (Fuego persa, Tom Holland).
lunes, 22 de noviembre de 2010
Educación persa
Educación del príncipe persa:
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