lunes, 9 de mayo de 2011

Una melodía que no puede existir si no se toca en conjunto

Falta de atención, dispersión, hiperactividad, dislexia. Terapia musical. Elvira Lindo cuenta un experimento.
"Es asombrosa la cantidad de niños americanos que toman medicamentos para todos aquellos trastornos relacionados con el déficit de atención. No es posible creer que haya tal porcentaje de niños diagnosticados como hiperactivos. No puedo evitar pensar que tenga algo que ver con la educación, con una nula enseñanza de la paciencia y la contención, con esa desconfianza hacia los adultos que les enseñan los padres, que crean para ellos burbujas que los separan del mundo y de todos esos pedófilos en potencia en que nos han convertido a los adultos amantes de los niños.

Algo tan primario, tan esencial en la condición humana como es el ritmo, puede ayudar, no sólo haciendo desaparecer los síntomas de la dispersión patológica, como haría una pastilla, sino flexibilizando la manera de estar en la vida. En realidad, cuánto necesitaríamos los humanos, a cualquier edad y de cualquier condición, tener una clase de gamelán diaria; un maestro bueno y paciente que nos enseñara que las personas más perspicaces son aquellas que saben ponerse en el lugar del otro.
Alexander (Alexander Khalil), un hombre joven y dulce, nos contó que tras doctorarse en musicología decidió convertirse en profesor de música en una escuela. Él había sentido siempre interés por las músicas étnicas, en especial, por el  "Gamelán ", procedente de Java y Bali, y que está emparentado en su filosofía con el budismo. En la música gamelán intervienen metalófonos, xilófonos, tambores y gongs, y nunca es interpretada por un solista: la esencia de esta melodía es que no puede existir si no se toca en conjunto y lo que interpreta un músico depende de lo que toca el de al lado. Nuestro nuevo amigo Alexander observó cómo los niños con dislexia o con ese déficit de atención tan ligado a la hiperactividad, mejoraban de sus males a fuerza de tener que interpretar una música para la cual la sincronía es fundamental. De esta manera, que parece mágica, un niño que no sabe concentrarse aprende a prestar atención gracias a una melodía en la cual es tan importante el compañero como tú. El maestro Alexandre observó cómo esos niños mejoraban también en otras disciplinas escolares. Escribió entonces su experiencia y se presentó con sus resultados al departamento de neurociencia de la Universidad de San Diego. Le aceptaron su proyecto de investigación y a él se unió mi amigo Víctor (Víctor Minces), que parece haber nacido para una aventura así, en la que se mezclan la tierna y moldeable mente de los niños y la capacidad milagrosa de la música para mejorar males que hasta el momento sólo han sabido paliarse con pastillas ".  (El artista y los otros, Elvira Lindo)

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