Dice El País que los expertos dicen que hay que despolitizar el debate. ¡Qué risa! Despolitizar el debate. Es como si el mafioso atrapado en sus chantajes dijese ante el juez que qué es eso de hacer un juicio a la vista de todo el público, que es mejor reunirse en el despacho y solventar la cosa en privado. Eso ni más ni menos es la Ley de Educación Catalana, primero perpetran una ley de aplicación general y luego los corifeos del poder dicen que ya nos arreglaremos en cada colegio o instituto. Es el mismo tipo de argumento que cuando se dice que en la calle no hay problema, que todo el mundo respeta a todo el mundo cuando habla en catalán o en castellano, no sé qué esperan, ¿fajas y navajas, quizá? La igualdad de oportunidades no importa, la igualdad ante la ley es un principio que está bien para esculpir en mármoles, pero no para que lo exijan los individuos de carne y hueso.
Despolitizar el debate significa que los que tienen el poder -político, social, económico, mediático- puedan imponer su idea de país sin oposición alguna, que tengan total libertad para probar sus diseños de ingeniería social, que los padres sean los últimos en saber qué les conviene aprender a sus hijos.
Así, en esta escuela, debidamente aleccionados, manifiestan que no necesitamos la tercera hora, sino más catalán, como si fuesen incompatibles las dos cosas, como si sólo ellos estuviesen en la sabiduría de la cosa, por encima de la ley, pero obedientes a su señor.
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