Padres y profesores, dos colectivos cuestionados. ¿Hemos hecho los deberes, hemos cumplido con nuestras obligaciones? Aquí, una opinión a tener en cuenta:
El cambio debe ser hecho teniendo en cuenta las emociones, tomando conciencia del propio cuerpo para llegar después al intelecto. Esto es lo que propone el movimiento Pedagogía 3000. El niño y la niña de hoy han cambiado a una velocidad que sobrepasa en general la capacidad de educar de padres y profesores. Sus niveles de sensibilidad, captación y empatía son extraordinarios. Esto choca frontalmente, con un sistema escolar en crisis, en el que los educadores buscan nuevas maneras de motivar a unos alumnos apáticos y rebeldes respecto a la educación que reciben y la sociedad en constante cambio en la que se desenvuelven. Gran parte del problema radica en la dificultad de acoger los cambios que los jóvenes muestran en sus intereses, valores y pautas de aprendizaje. Educar en el tercer milenio es facilitar a nuestros hijos e hijas un proceso hacia la creatividad (nuestra esencia como seres humanos), hacia la libertad (capacidad de elección consciente) y hacia una visión integral de sí mismo.
Albert Einstein cuando su profesor de física del politécnico, Jean Pernet, le puso un uno en el curso de Experimentos de física para principiantes. Es conocida la proverbial insolencia, falta de esfuerzo e indisciplina del extraordinario científico en su etapa académica del Politécnico de Zurich (aprobaba física justito y suspendía matemáticas). Walter Isaacson narra en su obra Einstein. Su vida y su universo que Pernet preguntó un día a Einstein: “¿Por qué está estudiando usted física en lugar de medicina o abogacía?”. Y el estudiante respondió: “Porque para esas materias tengo todavía menos talento”. Einstein realizaba los experimentos a su manera y Pernet preguntaba a su ayudante: “¿Qué vamos a hacer con Einstein? Siempre hace algo distinto de lo que le he ordenado”. El resto de la historia, esta vez con final feliz, ya lo conocen ustedes.
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