Como cabía esperar de una sociedad tecnológicamente avanzada, los libros irán siendo sustituidos progresivamente por dispositivos digitales interactivos como el iPad u otros parecidos. Ya no tiene sentido que los chavales acudan a clase cargados con pesados libros de textos y tantas libretas como asignaturas, cuando existen las tabletas o los miniordenadores que harían con creces su función. Entre 300 y 500 gramos frente a los 25 kilos de promedio que pesa la mochila tradicional. Las editoriales españolas reaccionan con lentitud, los gobiernos centrales y autonómicos mantienen programas de gasto donde la pieza central es el pesado ordenador, un dinosaurio a punto de extinguirse, los padres están desorientados y los profesores no tenemos poco margen de actuación.
Pero no se trata sólo de reducir el peso de las mochilas, el concepto de enseñanza y aprendizaje cambia con los artilugios electrónicos, el alumno se va a convertir en protagonista activo de la clase en vez del muchacho amodorrado que atiende las explicaciones de un profesor que en general suma varias veces su edad. Las editoriales, si quieren ser útiles y seguir teniendo beneficios, deben ponerse las pilas. McGraw-Hill, por ejemplo, ya ofrece en la tienda electrónica de Apple -en inglés- un libro interactivo sobre biología que ofrece modelos en tres dimensiones, de un gen, y permite al usuario destacar textos, añadir notas y compartirlas con otros estudiantes en el aula, a la vez que se consultan otros portales.
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